JOSÉ SILVERIO OLAYA BALANDRA
José Silverio Olaya Balandra,(Chorrillos, 1782 - Lima, 29 de junio de 1823), fue un mártir en la lucha por la Independencia del Perú
Hijo de José Apolinario Olaya y Cordoba y doña Melchora Balandra. El tuvo 11 hermanos. En la lucha por la Independencia del Perú, el prócer participó como emisario secreto llevando mensajes entre el gobierno del Callao y los patriotas de Lima a nado. Fue descubierto, apresado y sometido a tormento y condenado a muerte; a pesar de las torturas, nunca reveló su misión y prefirió tragarse las cartas encomendadas para la misión. La independencia del Perú, declarada por primera vez en Huaura en el mes de noviembre de 1820 y el 28 de julio 1821 en Lima, solamente se había hecho efectiva en Lima y en el norte; pero Cuzco, la sierra central y el sur aún estaban bajo el dominio del ejército realista.
Cuando José de San Martín reconoció el poco apoyo que le dan las fuerzas políticas y militares, renunció ante el Congreso Constituyente de 1822. El congreso nombró como Presidente de la República a José de la Riva Agüero y presidente del Congreso a Francisco Xavier de Luna Pizarro. El ejército realista, aprovechando que las tropas patriotas se encontraban lejos, tomó Lima y los miembros del Congreso se sintieron obligados a refugiarse en la Fortaleza del Real Felipe en el Callao. Es en este escenario donde José Olaya, pescador de oficio, no dudó en servir de nexo entre las naves de la Escuadra Libertadora (formada por unidades de la República de Chile) y los soldados de las fuerzas patriotas (argentinos, chilenos y peruanos) ubicadas en Lima, aunque eso significara recorrer campos y cruzar el mar nadando.
Apresado por el ejército realista, lo torturaron con el fin de obtener información sobre las fuerzas patriotas. José Olaya Balandra no se amilanó ante el dolor. Sufrió los doscientos palazos y los doscientos latigazos que le aplicaron, no cediendo aún cuando le arrancaron las uñas. Finalmente, en la mañana del 29 de junio de 1823 pronunció la frase Si mil vidas tuviera gustoso las daría por mi patria y luego fue fusilado en el pasaje de la Plaza Mayor de Lima que ahora tiene su nombre: Pasaje Olaya.
http://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Olaya
José Olaya Balandra
José Olaya Balandra nació en Chorrillos, al sur de Lima, en 1782. Sus padres fueron don Apolinario Olaya y doña Melchora Balandra. Desde pequeño José Olaya estuvo vinculado a la pesca artesanal y la vida en el mar.
Cuando llegó el periodo de la guerra de independencia contra España, José Olaya simpatizó por la causa de la libertad. El momento de mostrar su apoyó llegó en 1823, cuando los realistas recuperaron Lima y el gobierno patriota se refugió en la fortaleza del Callao. El pescador se convirtió en el enlace de los criollos patriotas de Lima y Callao, llevando secretos mensajes y cartas de uno y otro lado.
Lamentablemente, fue descubierto por el general español Ramón Rodil, quien ordenó capturarlo y torturarlo, en junio de 1823. El patriota José Olaya no delató a nadie. El día 29 fue fusilado en la calle Petateros (hoy pasaje Olaya) del centro de Lima. Sus últimas palabras fueron: "Si mil vidas tuviera, gustoso las daría por mi patria".
Jose Olaya Balandra Balandra (1782-1823)
El chorrillano José Olaya Balandra colaboró con las fuerzas patriotas a quienes entregaba informes secretos sobre las acciones realistas. Fue capturado por los invasores españoles, y murió sin revelar las actividades patriotas.
Don José Silverio Olaya Balandra nació en San Pedro de Chorrillos en 1782. Fue hijo del pescador José Apolinario Olaya, y de la dama chorrillana Melchora Balandra. Desde sus años jóvenes ayudó a sus padres en las faenas de la pesca artesanal.
Olaya es hombre chorrillano de 41 años, perteneciente a una familia sencilla, pero antigua y tradicional, de costumbres cristianas y con profundo amor a su tierra.
En 1823, la independencia del Perú aún no estaba consolidada, se vivía un caos político y el país no contaba con fuerzas armadas capaces de oponerse a los realistas españoles que deseaban retomar el control de su antigua colonia. El Ejército Libertador había sufrido reveses en las Batallas de Torata y Moquegua y aún no llegaban las tropas al mando de Simón Bolívar.
El ejército realista aprovechó la oportunidad y recuperó el control de la ciudad de Lima, haciendo su ingreso en la capital el 19 de Junio de 1823. El gobierno peruano independentista junto con el Congreso, tuvo que refugiarse en los castillos del Real Felipe en el Callao.
José Olaya se presentó a servir de mensajero entre las fuerzas patriotas de la escuadra libertadora (que bloqueaba la costa del Callao y de Lima), del Callao a Chorrillos, que con frecuencia eran recorridos a nado. Esta delicada misión fue cumplida por Olaya, por algún tiempo, llevando y entregando mensajes de vital importancia, referentes al estado de las fuerzas ocupantes y los pertrechos que disponían.
"Si tuviera mil vidas, gustoso las perdería antes de denunciar a los patriotas o traicionar a mi patria" (José Olaya).
El 27 de junio de 1823, a las cinco de la tarde, el Gobernador español en Lima, Don Ramón Rodil hizo aprehender a Olaya, en la calle de la Acequia Alta. Olaya al verse perseguido consiguió arrojar un importante paquete de correspondencia secreta, a la acequia de la calle San Marcelo, sin que sus perseguidores se percataran de ello.
Cuando lo registraron solo hallaron una caja de dulces con algunas cartas sin dirección, sin nombres, ni firmas, y alguna de ellas cifradas. Maniatado, Olaya es conducido a Palacio donde es torturado, se niega a revelar el nombre de la persona a quien entrega la comunicación, se le aplican 200 palos de castigo, le sacan las uñas de las manos, se le colgó de los pulgares y se le martirizó con las llaves de un fusil. Todo fue en vano, pues no confesó una sola palabra; un impenetrable silencio era su respuesta.
En la mañana del 28 de Junio de 1823, llevaron a su presencia a la señora Antonia Zumaeta de Riquero, tía de Doña Juana de Dios Manrique -la cual era su contacto-, y al preguntársele a Olaya si doña Antonia era la persona a quién había entregado la correspondencia, el patriota contestó que no la conocía.
Como uno de los últimos tormentos, y tal vez el más cruel y doloroso, llevan a la madre de Olaya, Doña Melchora Balandra para presionar alguna confesión. Sólo un héroe de la talla de Olaya es capaz de no doblegarse ante este nuevo intento realista; Olaya pide a su progenitora que entierren su cadáver cristianamente; y recibiendo la última caricia maternal y la última bendición, se despide de su madre.
Se le sentencia a muerte por fusilamiento y se lo comunican, ante lo cual responde:. "si tuviera mil vidas, gustoso las perdería antes de denunciar a los patriotas o traicionar a mi patria".
El 29 de junio de 1823, día de San Pedro, patrón de Chorrillos, a las 11 de la mañana, José Olaya fue conducido a la Plaza de Armas para ser ejecutado. La pena se cumplió en el denominado Callejón de Petateros, hoy pasaje Olaya, ubicado al costado de la Plaza de Armas de Lima.
Olaya es la persona que encarna el patriotismo y la esperanza en ese año contradictorio, pesimista, de 1823. Al lado de la crisis política, frente al quebranto en las batallas de Torata y Moquegua, en enero de 1823, cerca del "Motín de Balconcillo" y de la anarquía naciente, el pescador chorrillano muestra la invariable decisión de servir a la Independencia.
No solo debe considerársele como un símbolo del heroísmo patriótico de los humildes sino, también la silenciosa inmolación por la promesa de una Patria.
Los españoles permanecieron en Lima del 13 de junio al 16 de julio de 1823. Al evacuar la capital aumentaron su equipaje con un cuantioso botín. Extrajeron la plata labrada de la Catedral, de Santo Domingo y de otras iglesias; se llevaron las máquinas y útiles de la Casa de Moneda, quemando lo que no podían conducir; saquearon la Biblioteca Nacional; emplearon como leña para sus ranchos las puertas y ventanas de una casa rural del presidente Tagle; arrancaron al afligido vecindario grandes cantidades de dinero, paños, telas y otros artículos, con amenazas de incendio y saqueo y cometieron no pocas tropelías más.
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